Hace un par de meses comencé a trabajar con el archivo de ArtNexus. Como parte de mi labor, y por la pasión que me genera el arte me convertí en una férvida lectora de la revista. Podría hablar del sinfín de cosas que he aprendido al leerla, resaltar datos sobre el arte latinoamericano que me eran antes ajenos; pero realmente fue otra la cuestión que rondó mi mente durante el último periodo de trabajo: ¿en qué momento nos alejamos como sociedad del arte plástico?

La historia del arte en Colombia está marcada por diversos episodios que crearon un hito en el desempeño de la disciplina en nuestro país. La historia del arte plástico en Colombia puede leerse a través de varios puntos clave para comprender la manera en la cual esta se ha relacionado coyunturalmente con la historia del país.
Podríamos remontarnos a un pasado que parece remoto comenzando por comprender la función cultural y social que ejercía el arte en las culturas prehispánicas colombianas; no obstante, para propósitos del presente texto se realizará una mirada en retrospectiva desde el servicio que prestó el arte colonial socialmente.
Este tipo de arte en Colombia se caracterizó principalmente por su carácter religioso. Tenía como objetivo abordar una perspectiva instructiva y adoctrinante. De esta forma, se buscaba que las representaciones –que en su mayoría ilustraban episodios bíblicos o exaltaban vidas de santos y personajes ilustres en el marco de la vida eclesiástica– tuvieran una índole moralizante y que las características semióticas en estas fueran en gran parte de los casos de conocimiento popular. El arte tenía una labor lúdica y, por tanto, el acercamiento que se daba a este era fomentado por la educación visual que mediaba la interacción entre obra y público.

Pero entonces, ¿en qué momento se hizo inaccesible el arte? ¿cuándo volvieron los artistas al Parnaso? Siguiendo el recuento histórico del arte en Colombia podemos situar, después del arte colonial y el posterior arte republicano – que retrataba a los próceres de la independencia del país y a demás figuras públicas relevantes en la política del mismo–, al modernismo. Dicha corriente surgió como una respuesta a los movimientos vanguardistas nacidos en Europa. Así, el arte colombiano tomó una dirección que buscaba romper con los cánones artísticos que se habían establecido en la nación para dialogar directamente con el arte europeo.
Sin embargo, distinto a como se dio dicha conversación entre las vanguardias y el arte mexicano, que contaba entre la década de los veinte y los cuarenta con célebres exponentes del ya desarrollado muralismo –como José Clemente Orozco y Diego Rivera–, y artistas que exploraron aspectos de las vanguardias europeas desde una perspectiva que permitía su articulación con los precedentes del arte mexicano –por ejemplo María Izquierdo, Joaquín Clausell y Gunther Gerzso–, el arte colombiano de la década de los cuarenta fijó su atención particularmente en los modelos franceses, acuñando en su estética influencias de la abstracción y del postexpresionismo –mediante exponentes como Omar Rayo y Ricardo Gómez Campuzano– pero dejando atrás muchas de las propuestas estéticas hechas anteriormente en el país.
Fue así pues que el arte en Colombia se alejó de los modos de representación locales y, por ende, los cambios en la semiótica visual que naturalmente se dieron fueron seguidos únicamente por artistas y conocedores de arte. Este cambio, que principalmente podría atribuirse a la pérdida del sentido educador del arte, si bien condujo a la independencia de tropos artísticos –que ya no tendrían que estar regidos por su función formadora– encerró a la disciplina tras las puertas de museos y, en dicho sentido, la hizo inaccesible para quien no siguió su evolución semiótica y estética.

En el marco de las consecuencias que trajo esta separación podemos ubicar el nacimiento de la revista ArtNexus –cuyo fondo archivístico se encuentra disponible en el BADAC–. Nacida en 1976 en Bogotá, la revista nació con un objetivo que hasta el día de hoy se empeña por perseguir: divulgar el arte.
A lo largo de sus 45 años la revista ha posicionado al arte latinoamericano en un lugar de discusión céntrico tanto a nivel regional como internacional. A través de la promoción de la promoción de eventos culturales, reseñas y críticas entorno a bienales y exposiciones –que se desarrollan en distintas latitudes pero que tienen como rasgo común la participación de artistas locales–, y de la mano de un trabajo de difusión que incluye la traducción de sus volúmenes al inglés, la revista ha logrado democratizar el arte.
La labor de ArtNexus reconecta al artista con el público y media a la obra –que podría resultar distante frente quien no cuente con una instrucción visual puntual– y a quien interactúa con ella. ArtNexus procura a su audiencia análisis que proporcionan al lector una versión didáctica del arte, siendo guiados por maestros como Ivonne Pini –docente de historia del arte en la Universidad de los Andes y editora ejecutiva de la revista–, Susana Benko –crítica de arte, curadora y museóloga– y Luis Camnitzer –artista uruguayo cuyo trabajo ha sido reconocido con el reconocimiento Guggenheim Fellowship–.
La revista rescata al arte como un marco de expresión universal que se alimenta constantemente de su entorno. El arte sale de los museos, las bienales llegan a hogares, los críticos se sientan a la mesa con el público y las obras se vuelven, nuevamente, accesibles. ArtNexus humaniza la crítica artística acercándola al público, nos permite reconocer el talento que abunda en Latinoamérica y rompe con el ideal nocivo que afirma que “el arte es solo para unos cuantos” y que ha llevado a la reclusión forzosa de artistas en una torre de marfil construida por el desconocimiento social.
El trabajo que ha realizado ArtNexus nos recuerda la constante vigencia y relevancia que tiene el arte como mecanismo de identidad, de reparación social y de exploración del ser dentro de una comunidad. Así, la revista se transforma en un instrumento de convergencias que propicia la conversación y la reflexión sobre la disciplina, devolviéndola a la definición que el sociólogo, artista y crítico John Ruskin encuentra como primigenia en el lenguaje plástico en cuanto a representación de la vida misma: “el arte es la expresión de la sociedad”.
Imagen destacada
Montaje de Melissa Betancour hecho a partir del título del artículo “The Caribbean. An Identity of Differences” de Santiago B. Olmo y de la obra “Malinowski Catte” (1998) de Moises Barrios. Ambas piezas pueden encontrarse en el volumen 31(1999) de la versión en inglés de Art Nexus.