A lo largo de la última semana y media el país ha vivido una coyuntura difícil que ha puesto sobre la mesa y frente a nuestros ojos los diversos tipos de violencia estructural y simbólica, que ahora se han hecho evidentes a través de violencia física y brutal.
En el marco de estas manifestaciones hubo una pancarta que llamó particularmente mi atención y que me propuso largas horas de reflexión frente a cuál podía ser el rol que, como miembro activo de la Facultad de Artes y Humanidades, podía ejercer. “Las artes, ni bellas ni apolíticas. Críticas y combativas” afirma el cartel.
En un intento por dar un sentido concreto a aquellas poderosas palabras y por tener agencia desde la disciplina y un lenguaje que me es propio, me dediqué a la exploración archivística. Encontré, en medio de la búsqueda, una respuesta clara y contundente de la mano de Gustavo Zalamea Traba.
Por medio de un arte reflexivo, el artista propuso un diálogo constante que ponía en el centro del discurso la denuncia y la representación de una identidad colombiana en continua construcción y con una necesidad constante de discusión.
A continuación, les presentamos cinco obras que generan una respuesta y dejan abierta la cuestión frente a la propuesta de aquel cartel, que se cuestionan sobre el rol político y representacional de las artes.
1. Batalla en el mar en la plaza (1980)
En esta obra Zalamea retrata una plaza sumergida y en la cual puede ser vislumbrado un gran animal nadando. El sumergimiento de sitios insignia, como la plaza Simón Bolívar, es un tópico común en la obra de Zalamea. El ahogamiento de referentes públicos, que equivalen a símbolos del poder, es una metáfora que el artista trae y que nos plantea una visión dual del espacio: siendo lugar de encuentros y desencuentros políticos e identitarios.
La presencia del animal, por parte, insinúa un dominio que se sitúa en el espacio acuático –que, como veremos más adelante, es un espacio que el artista asocia con el pueblo–. Adicionalmente, el carácter bélico que añade Zalamea propone una lectura de la distopía que se traslada a un espacio de militancia, y que trae a colación al ahogamiento como primera clave de lectura.
2. General goyesco (1976-1977)
Esta obra juega con diversos tipos de referentes. Por un lado, se encuentra el ejercicio lúdico frente a una figura de poder, representada en la adopción del general como eje de la obra; pero, por otra parte, trae a colación la reinterpretación goyesca, que añade a la representación violencia y barbarie. La obra entabla una conversación directa con obras del artista español como Visión fantasmal (1801) y el retrato del General Antonio Ricardos (1793-1794).
3. Congreso – Titanic (1994)
En esta obra se puede apreciar, nuevamente, el tópico del hundimiento. En este caso, gracias a la unión y el montaje ejecutado con referencias al Titanic, Zalamea realiza una fuerte crítica al congreso frente a una población que, cual olas del mar, se alza frente a este.
El inevitable naufragio cobra un simbolismo que pone en jaque a la clase dirigente y que presenta a quien observa la obra una pregunta sobre su rol político a un nivel sea macro que micro-social.
4. Sin Título (1977)
La representación del país, que en esta oportunidad es protagonista en la obra, también se encuentra determinada por la violencia y la fragmentación. Zalamea propone a una Colombia que se conforma –o más bien, que se deconstruye– a partir de miembros humanos.
Recordando el paro cívico –catalogado como uno de los más grandes de Colombia y con mayor número de víctimas– y la crisis política ocurrida en ese año, la imagen que plantea Zalamea habla de un país con una urgente necesidad de generar unión a través del diálogo y la remembranza de las víctimas.
5. Series de El Mar en la Plaza, Naufragio (Parte 2) (1998)
En esta obra el tópico del mar se localiza nuevamente en un lugar clave para la constitución de identidad nacional: la plaza central de la capital colombiana. Sin embargo, el lugar que ocupa el espectador es diverso a los propuestos con anterioridad. La visual se localiza en un lugar de esperanza: en un bote que flota entre la multitud enardecida.
Esta última, que nuevamente encarna al mar brioso, también adquiere un rol simbólico que trasciende la obra misma debido a la intertextualidad que se encuentra en su representación con referentes como La Libertad guiando al pueblo (1830). El pueblo, como el agua, tiene un poder enorme: es fuente de vida en el marco social, pero unido cuenta con una fuerza abrazadora e impetuosa.
El arte es poder, es lucha, diálogo, representación e identidad. Tiene una esencia que trasciende su valor estético y que lo ubica como método de subversión y reconfigurador de realidades. Zalamea Traba nos plantea la labor que tiene el arte como fuente de memoria, y presenta una afirmación contundente frente a aquel letrero, reiterándonos que el arte –como cualquier otra creación que se dé en un marco social– sí es político.
Si desean consultar más obras del artista Gustavo Zalamea Traba, que se encuentran en la plataforma del BADAC, pueden hacerlo dando click aquí.
Imagen destacada
Gustavo Zalamea Traba. La libertad guiando al pueblo (Tríptico completo) (1999). Óleo y lápiz sobre tela. Fuente: Catálogo razonado Gustavo Zalamea, fondos BADAC.